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Por Enrique Salinas desde Oslo (Noruega)🇳🇴. Soy colombo-noruego (doble nacionalidad),  he vivido en Noruega 26 años de los 36 que llevo en Europa y de haber salido de mi querida Colombia. Recuerdo que en el colegio me enseñaban en las clases de geografía, aunque sin mucho detalle,  lo que hoy puedo recrear con mi vista y darme la oportunidad de apreciar la naturaleza en todo su esplendor, convirtiéndome en un viajero aventurero.

La pandemia nos cambió la vida en todo su formato, obligándonos a estar permanentemente en el país donde residimos y a viajar al interior y disfrutar los paisajes que te ofrece. Y a eso le he apuntado, a conocer mi país adoptivo, Noruega.

Mi sueño fue conocer el norte, ver el día con el sol las 24 horas, aprender porque sucedía esto, cómo era posible y lo logré, celebré como si fuera el inicio del año nuevo, pero quería más, saber que eran las auroras boreales,  por qué se formaban,  hasta el punto que los visitantes expresaban que les había fascinado ver como bailaban en el firmamento. Sentía que debía en algún momento de mi vida realizar ese viaje, disfrutar lo que el universo me ofrecía, pero que solo podría hacerlo realidad en la estación de invierno y  tenía miedo; si en el sur del país el frío y la nieve son un obstáculo para salir a pasear como cualquier turista parroquiano, no alcanzaba a imaginar cómo sería estar en el norte,  muy cerca del polo,  donde se registran temperaturas por debajo de menos -20º Celsius, con 2 metros de nieve debajo de nuestros pies como mínimo,  era algo totalmente fuera de sentido para un latino calentano como yo!!!

Se dice que, “quien no arriesga un huevo, no saca un pollo” y  yo no podía darme por vencido; he sido muy positivo en mis decisiones y cree mi propio proyecto sobre cuándo y cómo viajar y qué hacer en situaciones climáticas tan extremas como esas. Soy creyente y hace poco pasé por una situación grave, pero Dios me dio otra oportunidad de vida, gracias a mi médico de cabecera quien me operó oportunamente.

Fue entonces que me decidí a viajar. Dios me presentaba este sueño, ver las Auroras Boreales, espectáculo que solo puede ser visto en Tromsø, al norte de Noruega, una ciudad ubicada por encima del Círculo Polar Ártico, conocida por ser el mirador directo de este esplendoroso fenómeno natural que ilumina el cielo a su alrededor.

Invité a acompañarme en esta aventura a mi hijo mayor, Leif Enrique, director fílmico y fotógrafo profesional recién graduado, para él era su primera experiencia de crear una película y viajar al norte de Noruega. Estudiamos todo el pro y el contra y emprendimos camino por carretera. Algunos de nuestros amigos nos decían,  están locos viajar por carretera y nos recomendaban ir en avión, pero no; salimos a la aventura.

Primero llegamos a un punto donde el país se divide en dos, sur-norte (Sørland/Nordland), como si fuera una frontera, sabíamos que debíamos realizar el viaje en tres días lo que  nos llevó  a conducir un promedio entre 8 y 10 horas diarias para llegar a Tromsø, la famosa ciudad mencionada en cada rincón del país en todas partes del mundo, una población turística visitada durante todo el año, pero más en invierno, no solo para apreciar las auroras boreales sino por su historia y su cultura.

Llegamos, llegamos!!! le dije a mi hijo Leif Enrique, nos abrazamos y reímos emocionados, lo logramos, me contestaba. Después de haber pasado la división del país empezamos a ver las altas montañas con sus picos cubiertos de nieve a lado y lado de la carretera, sorprendidos y extasiados de tanta belleza de la naturaleza, nos faltaban manos para manipular nuestros equipos, cámara, celular, go-pro, video-cámara,  queríamos dejar registrado todo lo que nuestros ojos observaban, era como si estuviéramos escalando hacia las montañas del Everest o del Himalaya, nos decíamos impresionados por el paisaje.

Nos ubicamos en nuestra cabaña al pie del fiordo de Tromsø,  frente a una entrada del Mar del Norte y una vista lejana de la ciudad al fondo, pero no había tiempo que perder, descansamos solo 3 horas y salimos a cazar las famosas auroras boreales, de antemano sabíamos cómo se podían ubicar en el cielo y en qué lugar de las tantas islas que tiene Tromsø, sin demora alguna, montamos todos los equipos, trípodes, cámaras y como nos lo habían dicho, para tener éxito es importante tener paciencia, estar relajado, llevar algo caliente para beber y algo que comer porque las noches podrían ser largas y en verdad que  era cierto.

Todos los días nos instalábamos desde las 18h hasta las 03h sin que el clima tuviera clemencia de este par aventureros novatos, primerizos, sentíamos la temperatura a menos -12C o -15C bajo cero, pero que la sensación térmica nos marcaba los -20C o -25C, los dedos se congelaban, las manos se enrojecían como si estuviera a punto de darles hipotermia, cuando teníamos que quitarnos los guantes gruesos de lana para manipular las cámaras y los otros equipos; aunque tuviera 2 pantalones térmicos debajo de mis jeans se penetraba el frío, la noche se tornaba larga, con brisas fuertes, pero con un cielo descubierto mostrándonos un espectáculo de constelaciones en todo su esplendor nunca visto.

Pudimos observar partículas de nuestra galaxia, sí, eso dije, llegamos a observar parte de nuestra galaxia,  era algo sorprendente, ver los meteoritos entrar a nuestro planeta como decíamos de niños la famosa estrella fugaz y pedir un deseo, los satélites transitando en diferentes posiciones a gran velocidad, pero nos llegó la hora del show, con todo su colorido, danzando como en cualquier show de ballet estaban ahí las auroras boreales, no sabíamos si reír o llorar de la emoción quedándonos paralizados, viendo ese cambio de colores, por momentos era como si tuviéramos una lluvia de esmeraldas brillantes derritiéndose en nuestra cara,  aunque veníamos preparados con algo de conocimiento sobre el porqué de su colorido, de su formaciones de acuerdo a la velocidad del viento, porqué se mostraban en ángulos diferentes o porqué a veces aparecían en caída perpendicular con colores violeta, rosado, amarillo, todo este haz de luz es imposible de describirlo en su totalidad,  porque  las auroras boreales llegan en ráfagas por segundos, se suceden una detrás de otra continuamente, tanto y tan rápidas que  mientras mirabas a la izquierda a la derecha  ya había otra función, hay instantes en que  se posesionan en el horizonte del mar dando su resplandor de luz e iluminándolo que se funden en uno solo. 

Con esta aventura, lo que nos ofrece la naturaleza, el universo, es para para aprender querer más nuestro planeta y cuidarlo, fue un sueño hecho realidad y una experiencia que contar  para quienes puedan  hacerlo deben aprovecharlo.