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Por Álvaro Gärtner, de la Academia Caldense de Historia.

El siglo XIX fue un periodo turbulento en la historia del país, durante el cual hubo cerca de 58 guerras civiles entre liberales y conservadores, con evidentes tintes religiosos. Después de la de 1863 fue establecido el sistema federal bajo el nombre Estados Unidos de Colombia, regidos por una “Constitución para ángeles”, al decir del famoso escritor francés Víctor Hugo: el liberalismo radical gobernante quiso restar poder a la Iglesia Católica, a través del programa de educación laica y la expropiación de bienes, incluida la expulsión de los jesuitas. El clero se alió con el conservatismo huérfano de poder y era cuestión de tiempo el estallido de una nueva guerra.

El Estado Soberano de Antioquia era el fortín del catolicismo conservador en la oposición y el del Cauca, símbolo del partido dominante, pues los Presidentes de la época provenían casi todos de allá. Ambos estados eran limítrofes, pues sus territorios abarcaban los que hoy son los departamentos de Caldas y Risaralda. La hostilidad entre los bicheros caucanos, llamados así por su afición al plátano, y los maiceros antioqueños, por su gastronomía basada en el maíz, era una confrontación política, religiosa, cultural y racial permanente.

Tal era el ambiente que se vivía cuando un italiano llamado Antonio Vanza, de oficio vendedor de ornamentos litúrgicos, se estableció en Medellín. Las tensiones políticas y sociales no debieron resultarle extrañas, pues acababa de abandonar una Italia que se hallaba en la fase final de su independencia del Imperio Austro-Húngaro y posterior unificación. De hecho, se movió como pez en el agua, porque muy pronto estableció relaciones con las jerarquías eclesiásticas.

Fue así como en 1872, el obispo de Medellín escribió al de Popayán una elogiosa carta sobre el señor “Antonio Panza”, en la cual ponderó su honradez y transparencia mercantil. Lo recomendaba para que éste pudiera ejercer también su oficio en la capital caucana.

Quizás ésta fue la razón que indujo al italiano a establecerse en Riosucio, hoy departamento de Caldas, en ese entonces capital del extenso Municipio de Toro. Además de ser la población más próspera de las que había entre Medellín y Popayán, se hallaba en una zona aurífera productora de grandes riquezas. También era la frontera entre los dos poderosos estados y en ella se desarrollaba una sorda lucha para restar simpatizantes del liberalismo y ganarlos para el conservatismo.

Uno fue Vanza, de quien se puede suponer la filiación al partido del clero, por intereses económicos. En aquel entonces, el norte caucano era el asiento de la colonia europea más grande del país, pues las minas de Marmato, Supía y Riosucio eran explotadas por la Western Andes Minning Company de Londres. A esas poblaciones llegaron a vivir casi 300 extranjeros, entre ingleses, alemanes, franceses, italianos y daneses, muchos de los cuales establecieron familias. Y no pocos de ellos manifestaron sus simpatías políticas, abierta o soterradamente.

El comerciante de ornamentos también quiso probar suerte en la minería y formó una sociedad para explotar la mina La Bolsa, en Riosucio, de la cual tenía el 60% de las acciones. Mismas que le fueron confiscadas por el gobierno, no tanto por su filiación conservadora, ni por haber violado la neutralidad debida a un extranjero, sino por sus acciones bélicas.

La historia es la siguiente: en julio de 1876 estalló en Palmira una de las más sangrientas guerras civiles del siglo XIX, que tuvo un carácter marcadamente religioso. El 31 de agosto se enfrentaron grandes fuerzas liberales gobiernistas y conservadoras oposicionistas, en el campo de Los Chancos, hoy municipio de San Pedro, Valle del Cauca. Cada bando estrenó la novedosa y temida ametralladora, que fue disparada primera vez en Colombia. Los conservadores antioqueños la habían importado unos cuatro años atrás, junto con numerosos fusiles.

Vanza fue el encargado de dispararla. En la novela ‘Tomás’, su autor Rómulo Cuesta incluyó el testimonio de un liberal reclutado a la fuerza por los conservadores: “Avanzamos más allá de la casa de teja, cerca a la cual se apostó la ametralladora que manejaba un godo italiano. ¡Qué máquina tan terrible, patrón! Figúrese usted una rueda de diez cañones manejada con un manubrio, que vomita diez balas en cada vuelta. Y ese italiano la manejaba con tanta destreza, que sobre las filas liberales hacía claros en cada rociada”.

A su vez, Julián, hermano del famoso general Rafael Uribe Uribe, relató en sus ‘Memorias’ que “había cierto sitio en el campo de combate barrido de tal modo por las balas enemigas, que todo soldado que se presentaba allí caía muerto al instante”. Fue un elogio implícito a Vanza.

Si bien el operador de la ametralladora de los liberales fue dado de baja, la que parecía una segura victoria conservadora se transformó en un desastre al atardecer. Vanza y otros fugitivos tomaron la vía de Cartago hacia Riosucio. Para no caer en manos de los macheteros negros caucanos, que causaban terror a los antioqueños, no se detuvieron en Ansermanuevo y siguieron hasta la posada Palogordo, situada en el valle del Risaralda. El italiano y un comerciante riosuceño prefirieron seguir hasta la siguiente, para tomar distancia de sus persecutores. Esta decisión les salvó la vida, pues las avanzadas liberales caminaron durante toda la noche, llegando a Palogordo al amanecer del 1 de septiembre, y al amparo de la oscuridad cayeron sobre sus enemigos agotados, matándolos sin compasión.

De ahí en adelante, no se volvió a saber nada del italiano, hasta su muerte, acaecida en marzo o abril de 1881 en Riosucio. En la Oficina de Registro de Instrumentos públicos está la constancia del testamento de ‘Antonio Panza’.

*Coletilla: otros dos italianos vivieron en Riosucio por ese tiempo. Uno fue Honorato Giuffra, que en la tendencia a españolizar los nombres extranjeros imperante en la época*, figuró como Sisiferra. Era oriundo de un pueblo cercano a Génova y falleció soltero y analfabeto el 20 de mayo de 1876, a la edad de 61 años. Fue su albacea un compatriota llamado Antonio Squitin, en ‘español’ Sehetino o Seheltino. El proceso de sucesión fue largo y complicado.

*NOTA: El inglés William Cock, antepasado del autor de esta nota, figura en su partida matrimonial como Julián Gallo. Y su coterráneo John Quick fue conocido popularmente como Míster Pronto.

Condensado de: GÄRTNER, Álvaro. Guerras civiles en el antiguo Cantón de Supía. Manizales, Universidad de Caldas, 2006. GÄRTNER, Álvaro. Los místeres de las minas. Manizales, Universidad de Caldas, 2005.