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“Del Cielo viniste y al cielo volviste”

Por Hugo Suárez Fiat*. Un apuesto italiano, Ferruccio Guicciardi Romani, nacido en Modena, el 2 de julio de 1895,  fue el precursor de la aviación en Santiago de Cali. La historia del portentoso vuelo quedó inscrita en el calendario el 21 de abril de 1921, a las 9:35 a.m. 

Edición del jueves 10 de febrero de 1921, del Periódico El Telégrafo de Guayaquil, Ecuador, cuando se anuncia el Raid aéreo Quito Ibarra que emprende Ferruccio Guiciardi Romani.

La hazaña no fue propiamente  realizar el vuelo directo desde Pasto hasta Cali sino aventurarse en un aparato el “Telégrafo 1”, en el que con intrépida arrogancia Guicciardi decidió rebasar los elevados cerros que  interceptan la capital nariñense con la nuestra. Los caleños estaban poseídos de una inquietante expectativa. Aquí no se había visto el majestuoso tránsito de un artefacto de tales características por nuestro cielo ni escuchado el rugido de su hélice. Sólo los que habían viajado al exterior habían tenido la posibilidad de percibir el vuelo raudo de  tan modernas aeronaves las cuales cubrían distancias enormes con fantástica rapidez.

Antes de efectuarse el vuelo desde Pasto hasta Cali llegó a esta ciudad un joven italiano llamado Pedro Traversari, aviador según él. El viaje de Traversari tenía por objeto  preparar una pista para el aterrizaje del “Telégrafo 1”, cuyo vuelo, después de ocurrir  varios aplazamientos… “porque habían nubes” -decían los entendidos- tuvo éxito el 21 de abril de 1921. El campo de aterrizaje era marcado, previamente,  con sábanas blancas.

A eso de las nueve y pico de la mañana apareció sobre Cali el “Telégrafo 1”, volando a gran altura. La gente se informaba sobre el evento en las carteleras del periódico Relator en las cuales fue clavado un telegrama proveniente de Popayán que decía escuetamente: “El avión pasó por aquí a 5.000 metros de altura”.

Conocido el suceso, él público emprendió frenética carrera hacia el campo de Versalles donde se había habilitado la improvisada pista del Aeródromo de Long Champs en la que habría de aterrizar el “Telégrafo 1”. Como en la misma no era  permitida la entrada las cercas fueron derribadas y el “aeropuerto” fue invadido por el público.

Por la época de la llegada de Guicciardi tenía planeado viaje a Cali otro aparato  similar al  “Telégrafo 1”. Una aeronave marca Caudron “G-III”, bautizada con el nombre “Antioquia” por monseñor Marulanda el 12 de febrero de 1921, la cual había sido importada directamente por el aviador Francisco González, sin asistencia oficial de ninguna índole. González quien había realizado varios vuelos en Medellín, con la supervisión del experto aeronáutico francés Ferdinand Marchaux, evento que evidentemente causó enorme revuelo entre la población del Valle de Aburrá.

Aunque  su  desplazamiento a Cali se anunció para el 1 de abril el mismo no tuvo lugar por cuanto el “G-III” padeció un grave daño mecánico y estructural en Cartago, consecuencia de un accidente al despegar, que le impidió iniciar su excursión definitiva. González siempre tuvo dificultades para culminar sus vuelos razón por la cual lo bautizaron con el  remoquete de “Pacho vola pero no aterra”. Por último mientras intentaba  regresar con su nave a tierra firme, en un vuelo experimental, se accidentó y perdió una pierna dando así por terminadas, en forma definitiva, sus actividades aeronáuticas.

Había una apuesta para quien llegara primero a Cali. La Gobernación del Valle ofreció la enorme suma de quinientos pesos ($500=) al primer piloto que aterrizara y La Junta de Ornato de la ciudad premiaría al pionero con la suma de doscientos pesos ($200=). 

Diario El Tiempo, abril 23 de 1921... (…) A las 8:30 a.m. avisaron de Popayán que el avión había pasado a gran altura. A las 9 de la mañana pasó por Guachinte, que queda a 35 kilómetros de esta ciudad. A las nueve y cuarto empezó a sentirse el ruido peculiar del motor, en el aire, y pocos momentos después apareció el avión en el cielo (…) la emoción de la multitud a la llegada del avión fue indescriptible… (…) el aviador cuenta que hubo un momento en que se creyó perdido, pues se desvió a 60 kilómetros; también se le apagó el motor, a grande altura, de modo que pudo planear, mientras el motor volvió a encenderse. Cuando Guicciardi divisó a Cali, no le quedaba gasolina sino para unos pocos minutos… Guicciardi hoy hizo varios vuelos sobre la ciudad (…). Fotografía del blog www. matacafe.co de Mauricio Umaña.

No soy capaz de reproducir cien años después, la locura y la expectativa que se apoderó de los ciudadanos cuando el ruido de la hélice anunció: “avión a la vista”. Todos corrían con desesperación hacia el improvisado campo de aterrizaje de Versalles, rebautizado con el pomposo nombre de Aeródromo de Long Champs. El predio corresponde al lugar donde posteriormente se construyó el Hipódromo de Santa Mónica, cerca al sitio donde más tarde se levantó el edificio del Instituto de Seguros Sociales, colindante con la actual Avenida Vásquez Cobo, inmueble que en la época era de propiedad del médico Vicente Borrero Borrero, quien se había graduado con honores en una universidad alemana, finalizando el siglo XIX.

Hace 100 años aterrizó Guicciardi en el bimotor “Telégrafo 1 en Cali, el 21 de abril de 1921, a las 9:35 a.m. en el Aeródromo de Long Champs.

Guicciardi era el portador de frescos y fragantes ramilletes de flores, de los jardines pastusos, que familias amigas nariñenses enviaban a otras de aquí. También traía un mensaje especial del gobernador de la época, en el departamento del sur, el viejo jefe conservador Julián Buchelli, dirigido a su colega valluno don Ignacio Rengifo. Con él llegaron las ediciones periodísticas pastusas del día anterior a cuando tuvo lugar su epopéyico viaje.  

Fue tal el delirio que despertó Guicciardi entre la gente que varias damas ilustres de la sociedad besaron con enorme emoción al joven piloto italiano de 25 años, cuando descendió de la nave. Era un hombre esbelto, de ojos y cabellos negros, llevaba una cicatriz en la parte izquierda de su frente, producto de sus acciones militares en la Primera Guerra Mundial de la cual era veterano y en la que había actuado en las escuadrillas al mando del mayor Baracca, del comandante Scaroni y del coronel Picio. Medía exactamente 1.88 metros. Su tez era blanca y sonrosada. Tenía carácter sencillo. Respondía con cierta timidez a las preguntas tontas y necias, algunas de ellas, que  le  formulaban los incrédulos testigos al final de su gran expedición. Guicciardi anotó, lo cual excitó a sus interlocutores, que durante la confrontación bélica mayor o sea distante la 1a. Guerra Mundial había derribado dos aviones enemigos de origen austríaco.

En medio de una muchedumbre ebria de gozo, cual candidato presidencial en sus jornadas de triunfo, Guicciardi hizo la travesía desde el Aeródromo de Long Champs en un “phaeton” de los veintes, hasta el Hotel Majestic, hoy Hotel María Victoria, ubicado en la Carrera Tercera con Calle Diez, donde finalmente se alojó. La colonia de la comunidad italiana estaba seducida por el júbilo reinante.

El avioncito, un biplano monoplaza “Hanriot Dupont” HD-1, con tecnología francesa pero de fabricación italiana, poseía un motor radial “Le Rhone”, estructura y hélice de madera, fuselaje en tela y era heredero de la primera gran guerra. Cuándo aterrizó, después de dos horas y veintiocho minutos de vuelo desde Pasto, se detuvo frente a una concurrencia en éxtasis, especialmente las damas quienes al ver a Guicciardi erguirse, en su aeroplano,  que era algo así como un juguete, perdieron no solo las estriberas sino las cabezas… ¡que frases soltaban muchos labios femeninos refiriéndose al italiano quien, enfundado en una elegante chompa de lana, se presentaba, caído del cielo, ante la animosa  multitud !!!

En el Hotel Majestic, donde se hospedaba y en su tránsito por las calles de la comunidad la plebe asediaba a Guicciardi. Estaba atribulado por la curiosidad de los caleños. Su imagen quedó grabada en la mente del pueblo. La proeza fue guiar un biplano destartalado, sin ningún medio de comunicación, que no ofrecía seguridad alguna para quien lo abordara, convirtiéndose así en el pionero del vuelo con máquinas aéreas en el Valle del Cauca. 

El biplano el “Telégrafo 1” se marchó de Cali como telegrama urgente. Permaneció pocos días en la ciudad. Entre nosotros fueron, naturalmente, días de fiesta, jarana y jolgorio. Todo el mundo no hablaba de otra cosa. Era gigantesca la muchedumbre que permanecía cerca al Aeródromo de Long Champs con el propósito de ver y tocar el aparato. Para la gente era como cosa llegada del otro mundo.

Pasado algún tiempo, relativamente corto, Guicciardi volvió a Cali. Pero no en  plan de aviador sino como uno de los tantos viajeros que se movilizaban por tierra. Casi todas las noches se le veía sentado en una banca del Parque de Caycedo frente a la estatua del prócer. Siempre solitario. Al verlo generaba la impresión de ser un hombre triste que añoraba su querida Italia. Se supo que Guicciardi había adquirido una parcela por los lados del barrio Meléndez, entregándose al cultivo de la misma pero que finalmente  se aburrió de sus iniciativas agrícolas y se incorporó al personal de aviadores de “Scadta”, transformada después en Avianca. Después de numerosísimos vuelos épicos “Scadta” le entregó un reloj de oro con el cual se conmemoraron 250.000 kilómetros de sus recorridos aéreos. 

El “Telégrafo 1”, llamado así por ser de propiedad del periódico El Telégrafo” de Guayaquil, permaneció aquí poco tiempo, pues arribó a Cali un aviador italiano, el señor Elia Liut, héroe de la aviación en la República del Ecuador,  enviado por la empresa, para llevar la nave de regreso al país hermano. Liut era un hombre joven, de muy buena apariencia, rubio, que  si hubiera volado, habría sido un peligroso rival para Guicciardi. Mas no voló, examino el biplano y dijo que no se explicaba como Ferruccio podía volar en semejante “cosa”, la cual desarmó, empacó y se llevó por vía marítima desde Buenaventura hasta Guayaquil. Esto ocurrió después que Guicciardi efectuara vuelos a Palmira, Cartago y Manizales donde el avión sufrió un accidente del cual sin embargo Guicciardi salió ileso.

Guicciardi  tomó parte como piloto militar, por nombramiento que le hizo el Ministerio de Guerra de la República de Colombia, en el conflicto de Leticia, cuando ocurrió la confrontación con el Perú. Su designación la efectuó el ministro Alfonso Araújo quien además lo incluyó, como delegado técnico, en la comisión que habría de adquirir, en el exterior, los aviones bélicos para Colombia. Una lindísima hija del célebre aviador, la señorita Clara Guicciardi nació en Cali y contrajo matrimonio con Ernesto Múnera. De la unión quedaron varios descendientes. 

Ferruccio Guicciardi Romani nació en Modena (Italia), el 2 de julio de 1895 y murió el 4 de enero de 1947 en Cali. En su tumba dentro de la iglesia de San Fernando Rey está escrito el siguiente epitafio: “Desde el cielo viniste y al cielo volviste”.

El título  de este articulo proviene precisamente de la inscripción que en 1947 se esculpió en la cripta del pionero, cuando ocurrió su fallecimiento, en la Iglesia de San Fernando Rey, de esta capital: “del cielo viniste y al cielo volviste”. El avión el “Telégrafo 1” sobrevive intacto en el Museo Militar Eloy Alfaro de la ciudad de Quito, Republica del Ecuador y en CALIWOOD, el Museo de la Cinematografía de Cali (Colombia) se conserva, como un verdadero tesoro, el Altímetro marca Peltret que el piloto Guicciardi Romani utilizó en el Telégrafo I cuando llegó a Santiago de Cali en 1921. El aparato fue donado por la familia Múnera Guicciardi.

*Texto revisado el 11 de marzo de 2021 por el autor, Hugo Suárez Fiat, fundador de CALIWOOD, el Museo de la Cinematografía de Cali. Varios textos incorporados al artículo fueron contextualizados, otros actualizados y algunos reproducidos parcialmente pero dado el tiempo que ha transcurrido desde cuando se preparó el texto en el año 2002 o 2003 no puedo recordar exactamente cuales, motivo por el cual no están referenciados entre comillas. En la época en que elaboré el texto invité a mi residencia a todos los descendientes de Ferruccio Guicciardi Romani, quienes residían en Cali y en Medellín, con los cuales sostuve prolongadas conversaciones – duraron dos días – ocasión en la cual recabé importantísima información histórica relacionada con el suceso que tuvo lugar el 21 de abril de 1921 y fue entregado el Altímetro marca Peltre que usó Guicciardi en su avión.

Créditos: Alberto Silva Borrero; Vicente Emilio Vernaza Ochoa y José Rafael Ortiz Coral (ambos q.e.p.d.); archivo del periódico El Telégrafo de Guayaquil; archivo del Museo Militar Eloy Alfaro de Quito, Ecuador; Archivo del Museo Nacional de Transporte Colombia; Revista Épocas; Revista Occidental; Revista Despertar Vallecaucano; Archivo del periódico Correo del Cauca; Archivo del Periódico Relator (Ejemplares desde el 1 de marzo de 1921 hasta el 30 de abril de 1921); Archivo del diario El País de Cali; familia Múnera Guicciardi; ingeniero Iván Darío Múnera Guicciardi.